En el antiguo Imperio Romano la crucifixión era una manera de ‘castigo’ a ciertas personas. Entre estas no solo se encontraban criminales sino también aquellos que habían cometido sedición.
Este sería el caso de Jesús, un símbolo de que la persona no seguía las directrices de dicho Imperio, ya que este no admitía contrariedades.
Un destino que él provocó
Son muchas las acciones que se tuvieron que dar para que Jesús fuera crucificado. Un final que él ya había anunciado y que había provocado, necesario para los que rodeaban a Jesús.