¿Qué pasa inmediatamente después de la fumata blanca?
Antes de que el nuevo papa se presente en el balcón central de la plaza de San Pedro se pone en marcha un complejo proceso de transición espiritual, simbólica y litúrgica
Escultura en la plaza de San Pedro del Vaticano |Telemadrid
Redacción
El Cónclave para elegir al sucesor de Francisco comenzó este miércoles en el Vaticano, tras el encierro de los 133 cardenales electores en la Capilla Sixtina.
Las puertas de la capilla se cerraron, después de que el Maestro de Ceremonias, Diego Ravelli, pronunciara la frase "Extra Omnes" ("Todos fuera"), con la que dio inició el cónclave.
La primera votación del Cónclave se hizo esperar más de lo previsto y concluyó en torno a las 21 horas con una fumata negra, lo que significa que no hay mayoría de dos tercios (89) entre los cardenales para elegir al sucesor de Francisco.
Este jueves los cardenales electores tienen programadas cuatro votaciones, a la espera de saber si tras una de ellas la chimenea sobre la Capilla Sixtina despide humo blanco, lo que indicaría que uno de los cardenales ha obtenido los votos necesarios para convertirse en el nuevo Pontífice.
Una vez emitida la fumata blanca, las campanas de la Basílica de San Pedro confirman la elección y la atención se traslada a lo que ocurre dentro del recinto.
Todavía pasará un tiempo antes de que el nuevo papa se presente en el balcón central de la plaza de san Pedro con el nombre que haya elegido.
En los cónclaves papales, el lapso de tiempo que pasa entre la fumata blanca y el anuncio del nuevo Papa es un instante cargado de simbolismo y espera. Un lapso que se hace eterno para el mundo, que espera impaciente saber quién es el nuevo Pastor.
En los últimos tres cónclaves, este intervalo ha sido de alrededor de una hora en los que tiene lugar la aceptación del elegido, la elección del nombre papal y la preparación en la 'Sala de las Lágrimas' y el cierre formal del Cónclave.
El momento de la decisión
En cuanto el candidato ha alcanzado los votos necesarios, el cardenal decano se dirige a él para formularle la pregunta más transcendente de todo el proceso: "¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?".
El elegido es totalmente libre de aceptar y, aunque poco frecuente, el elegido puede rechazarla.
Esta escena se desarrolla en el interior de la Capilla Sixtina, lejos de la vista del mundo.
Si el elegido responde afirmativamente a la primera pregunta, se convierte de inmediato en Papa y Obispo de Roma. En ese momento, se queman nuevamente las papeletas, lo que genera una segunda fumata blanca, confirmando el acontecimiento ante la multitud congregada afuera.
Acto seguido, se le formulará una segunda pregunta: "¿Cómo quieres ser llamado?".
El nuevo Pontífice elige entonces el nombre papal con el que será conocido durante todo su ministerio. Esta elección, aunque libre, suele responder a motivaciones espirituales, teológicas o de homenaje.
El más popular hasta le fecha ha sido el nombre de Juan, que fue introducido por Juan II en el siglo VI y ha sido el nombre elegido por una veintena de papas.
La 'Sala de las lágrimas'
Tras aceptar su elección, el nuevo pontífice es invitado a ir a una habitación cercana, la llamada 'Sala de las Lágrimas', la sacristía de la Capilla Sixtina, donde desde hace días están preparados los ornamentos papales que vestirá por primera vez el nuevo papa.
La habitación es conocida con ese nombre porque históricamente es el lugar donde el elegido podía permanecer tranquilo un momento y, eventualmente, rezar y llorar para desahogar la tensión acumulada.
En esa cámara hay tres hábitos largos o sotanas de color blanco de distinto tamaño en función de la altura del elegido, así como cuatro vestimentas cortas tipo sobrepelliz, una muceta o esclavina de color morado y una estola púrpura con decoración dorada.
Capilla Sixtina en vísperas del cónclave en el Vaticano |Europa Press
También, si lo desea, puede escoger entre zapatos de distintos números, fajines, un cordón y una cruz dorada, todo allí dispuesto.
Cada papa elige cómo comparece ante los fieles en San Pedro y, así, en el caso de los dos últimos pontífices, el cardenal alemán Joseph Ratzinger salió al balcón con la esclavina y la estola mientras el argentino Jorge Bergoglio optó por aparecer sin esas piezas y se presentó al mundo solo de blanco, con la cruz en el pecho y con los modestos zapatos que siempre le acompañaban.
"Habemus papam"
Con los hábitos ya puestos, el nuevo Sumo Pontífice regresa a la Capilla Sixtina, donde los cardenales electores reconocerán su autoridad espiritual arrodillándose ante él.
Se entona entonces el tradicional 'Te Deum', himno de acción de gracias, que marca el cierre formal del cónclave.
Posteriormente, se prepara uno de los momentos más esperados: el de la proclamación pública del nuevo pontífice, en el que el mundo presencia por primera vez al nuevo Papa.
El cardenal protodiácono, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, pronuncia las palabras que han marcado la historia de la Iglesia: "Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam".
Es el momento más esperado y emocionante, donde millones de fieles en todo el mundo reciben al nuevo pastor de la Iglesia.
El Papa saluda y da su primera bendición 'Urbi et Orbi', a la ciudad de Roma y al mundo entero.
El inicio formal de su pontificado tendrá lugar en los días inmediatamente posteriores a la proclamación, con la celebración de una misa inaugural en la basílica de San Pedro en la que participarán representantes políticos y religiosos de todo el mundo.
Este complejo proceso posterior a la fumata blanca es, por tanto, más que un protocolo. Se trata de un tiempo de transición espiritual, simbólica y litúrgica, donde el nuevo Papa pasa de ser elegido a ser plenamente reconocido como Vicario de Cristo en la tierra.