Con todos ustedes don Andrés Iniesta. Un niño que soñaba y vivía por el fútbol. Destinado a ser una estrella.
Destinado a regalarnos otra a los demás. Destinado a cambiar la hisotria futbolistaca de todo un país. Se marcha a sus 40 años con la satisfacción de haberlo intentado todo logrando lo que parecía imposible.
Un líder tímido y callado, al que la perdida de su mejor amigo le sumió en una depresión. Un chico normal que se ganó el cariño de todos, incluido el de los eternos rivales.
Ahora sólo nos quedará el silencio. Como el que se rompió aquel día de verano de 2010. Gracias andres, ahora y siempre.
Un jugador de dibujos animados e infinito unido a goles simbólicos
El jugador manchego ganó 32 títulos como azulgrana en 16 cursos en el primer equipo, entre los que destacan nueve Ligas y cuatro Ligas de Campeones, mientras que con La Roja se proclamó dos veces campeón de Europa y marcó en 2010 el gol que dio a España el único Mundial conquistado hasta el momento por el combinado masculino.
Aunque más allá de su palmarés, Iniesta será recordado por la elegancia de su fútbol, poseedor de una calidad técnica y de una lectura del juego que le permitían dominar el espacio y el tiempo, sortear rivales cambiándose el balón de pie y avanzar metros con la pelota sellada a las botas hasta encontrar el pase preciso.
Comparado a menudo con un bailarín por la ligereza de sus movimientos, el juego del manchego se definía por la sutileza en los controles, el talento para esconder la bola y la destreza para asociarse al primer toque en el último tercio de campo. Regateador y pasador más que finalizador, el disparo era su último recurso, y aun así su carrera quedará eternamente vinculada a dos goles.