En noviembre de 2004 se produjo el último partido de Diego Simeone en el Atlético de Madrid. El 17 de octubre fue el último ante su afición, en el Vicente Calderón.
Veinte años después del momento, otro Simeone volvió a ser decisivo en un encuentro del conjunto rojiblanco. Ahora en el Metropolitano. De nombre Giuliano.
Con la misma casta que siempre exhibió su padre, Giuliano firmó su primera actuación que explica su presencia en el club. Necesitaba enterrar la sospecha del malpensado y lo hizo con una acción de fe que cambió el rumbo del partido.
Peleó un balón que se perdía por la banda para salvarlo sobre la línea e inventar un pase preciso al movimiento de Antoine Griezmann.
Era la asistencia del gol de la remontada del Atlético al Leganés y el Metropolitano, en ambiente extraño por el fondo sur vacío por sanción, explotó de alegría en el día de las peñas que llenó el resto de grada viendo la emoción de un chico que imitó lo que en su día hizo su padre con la misma camiseta.