Gracias a los libros tenemos conocimiento de quiénes fuimos, somos o podríamos ser. Si seguimos el criterio de la Unesco, que definió lo que era exactamente un libro con fines estadísticos, este debe cumplir las siguientes características: debe ser una publicación no periódica, debe tener como mínimo 49 páginas, estar editado y puesto a disposición del público.
Con esto, viajamos hasta la antigua Mesopotamia para hablar del primer volumen de la historia. El primer soporte de escritura conocido es la piedra, posteriormente hemos encontrado la palabra escrita en todo tipo de soportes: arcilla, madera, papiro, seda, hueso, bronce, cerámica, escamas la palma seca... y, por supuesto, el papel.
Más o menos desde el 4000 antes de Cristo hasta el siglo XV cada libro tenía que hacerse a mano. Durante la Edad Media, muchos monasterios especializaron en copiar textos que acompañaban con cuidadas ilustraciones pintadas con oro y plata cada página costaba semanas de trabajo.
Todo cambió en 1440 cuando Gutenberg creó la imprenta. Con este invento, el trabajo de muchos días podía resolverse en tan solo unos minutos: solo hacía falta cambiar las letras de sitio para hacer copias infinitas de una página. Se calcula que en los primeros 50 años de vida de la imprenta se lanzaron 9 millones de libros.