Durante el siglo XIX, la Revolución Industrial transformó radicalmente la vida en Europa. Las fábricas y las nuevas oportunidades laborales atrajeron a miles de personas del campo hacia las ciudades, que comenzaron a crecer de manera vertiginosa.
Este crecimiento descontrolado generó problemas graves de hacinamiento. Por eso, en muchas de ellas se planificaron los ensanches nuevos barrios con calles rectas zonas verdes y espacio para nuevos servicios como el ferrocarril que necesitaba grandes terrenos.
Con los ensanches se eliminaron muchos problemas de hacinamiento y falta de salubridad, pero para construirlos hubo que pagar un precio: iglesias, palacios y murallas con mucha historia fueron demolidos para dejar su sitio a las nuevas avenidas.